jueves, 10 de febrero de 2011

Próximo encuentro: Marzo

Ya tenemos en nuestras manos los libros de Sir Nigel, recién servidos por Las Libreras,  librería de cabecera y referencia de este Club Diógenes. Por lo que abrimos el plazo de lectura y establecemos mediados de marzo como fecha prevista para nuestra primera reunión.

lunes, 7 de febrero de 2011

Arthur Conan Doyle

El 22 de mayo de 1859 nacía en Edimburgo Arthur Conan Doyle.

Doyle estudio medicina en la Universidad de Edimburgo, comenzando a escribir cortas historietas para el periodico Chambers y Luink. Graduado, marcha a Portsmouth, donde intercala su labor como médico en su pequeña clínica, con los deportes: rugby y fútbol (siendo, por cierto, el primero portero que tuviese el equipo de la ciudad). Y, por supuesto, continará escribiendo.

Su vida, estuvo marcada por el infortunio. En 1885 contrajó matrimonio con Touie Hawkins, que moriría enferma de tuberculosis en 1906 después de haberle dado dos hijos. Pero Arthur siempre estuvo enamorado de la joven Jean Leckie, desde que la conociera en 1887 y con la que mantuvo un largo romance hasta que, tras la muerte de su primera esposa, formalizasen su realción.

Doyle fue, además, un reconocido espiritista y alguna de sus teorías recorrieron el mundo interesado en esos temas. Nadie dudaba de la veracidad del gran escritor, cuyo prestigio no disminuyó pese a posicionarse a favor de esos temas ni de su escaso exito como oftalmólogo.

Pero, sobre todo, Doyle fue el padre de Sherlock Holmes y de George Edward Challenger, protagonista de novelas como “El Mundo Perdido” o “Las tierras del Misterio” en el que se recogían, por cierto, las teorías espiritistas de Doyle.

Y, también, el autor de varias novelas históricas entre la que se encuentra Sir Nigel, la novela en la que nos acercamos este mes en el Club Diógenes.

jueves, 3 de febrero de 2011

Incosciente colectivo

La mecha se ha encendido en el norte de África y, como un reguero de pólvora libertaria, un inconsciente colectivo que grita libertad se extiende de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de estado en estado. En un mundo globalizado como es el nuestro, donde todo está al alcance de un clic, detener el avance de la democracia es impensable. En estos días vivimos momentos históricos convirtiéndonos en testigos televisivos de una revolución popular pacifica. El pueblo ha dicho basta, y hombres y mujeres sin importar condición social o económica, se levantan en palabras y gestos en contra del totalitarismo.

El último faraón de Egipto está a punto de caer; en Túnez ya ha caído la dictadura; Argelia, Yemen, Palestina y Marruecos miran de reojo a sus vecinos y rezan para que los defensores de Mubarak ganen su carga de “camelleria” ligera en Egipto y el faraón se mantenga en el poder. Túnez, aún siendo el origen de la revuelta, no importa tanto; pero Egipto es el gran estado norteafricano, el que cuenta con el apoyo de Estados Unidos, de Europa y de Israel. Los estados occidentales y primer mundistas veían en Egipto el modelo a defender en el norte de África: estados dónde la falsa democracia mantenía una aparente estabilidad a costa de la libertad de su pueblo y siempre es mejor eso que un estado islámico fuerte. Incluso ahora, cuando la llama ya está prendida,  hay voces que hablan de la llegada del radicalismo al norte de África y de la creación de estados teocráticos como pueda ser Irán, pero se olvidan de una cosa: el pueblo se ha movilizado através de las redes sociales, y los políticos y los “Hermanos Musulmanes” se han subido al carro después.

La libertad no se puede detener, internet es una ventana que nos une a todos, que lleva la cultura global a cada rincón del planeta. Y cuando la situación se estabiliza, cuando mejora, cuando ya no falta la comida, cuando la guerra es un fantasma lejano,... el hombre busca seguir su camino y la evolución lógica es luchar por las libertades personales. Eso ha ocurrido en el norte de África y, en la era de la información digital, la revolución ha venido de la mano de la red de redes. Una red que se extiende inexorablemente hacia la libertad, sin poder ser controlada por gobiernos ni estados.

Y mientras eso ocurre a unos cientos de kilométros al sur, nosotros, jóvenes con ínfulas gafapastistas, nos miramos el ombligo y arreglamos el mundo alrededor de una mesa llena de cervezas disfrutando de lo que ganaron nuestros padres y sin pensar que  ahora nos toca defender, y luchar por mejorar, lo que ya tenemos.